Anoche se me volvieron a aparecier J.L. y J.B.C.i.C., los dos duendecillos que a principio de curso se sentaron sobre mi hombro derecho e izquierdo, respectivamente, y empezaron a susurrarme al oído aquel diálogo que transcribí en la entrada
sueño boloñés. Me hablaron así:
J.L.: ¡Cuánta razón tenías J.B.C.i.C., y qué equivocado estaba yo! Los estudiantes no quieren, no pueden o no saben ser protagonistas de su aprendizaje. Y esta asignatura no ha logrado cambiar eso. Puede que en algún caso sí, pero demasiado pocos. Y ya sabes, los "buenos" sacan provecho de lo que sea. Pero ¿qué han aprendido, que han sacado algo de provecho los otros, los "zoquetes"? Mucha participación, mucha evaluación contínua... ¿para qué? Para que copien, plagien, para que rellenen sin sentido sus blogs o sus trabajos, para que lleven a la práctica la "autoengañación". Reconozco que estaba equivocado. Por mucha Bolonia o lo que sea sigue y seguirá vigente la ley del mínimo esfuerzo, de la queja permanente, del desínterés, de la molicie. Y eso solo se vence con exigencia y control. El sistema es como es y si no se asume esa verdad solo obtendrás la etiqueta de "raro" o, en el peor de los casos, el desprecio o la burla por la espalda -de los estudiantes y de los compañeros-. Querido J.B.C.i.C., cuánta razón tenías razón: hay que centrarse en la clase magistral y el control individual de la adquisición de los contenidos del programa. En este contexto, todo lo demás lleva a la frustración de profesores y estudiantes, y la frustración lleva a la rabia. Y no me hables de intentos honestos por cambiar
de veras y todas esas zarandajas... ¿Quién no intenta ser honesto a su manera? Además, con intentarlo no es suficiente cuando se sabe de antemano que no se puede o no se sabe lograr lo que se pretende... ¡o ni si quiera
lo que se pretende lograr! Hay que retomar las riendas; elegir bien los contenidos, enseñarlos lo mejor posible y comprobar que se han aprendido. Meterse en berengenales innovacionales no resulta intrínsecamente valioso ¿Hay algo de malo en que el planteamiento de una asignatura sea sencillo? Nada, si el contenido es claro y la metodología de aprendizaje correcta. ¿Hay algo de malo en un planteamiento tradicional? No, siempre y cuando se sea justo y equitativo en la exigencia a los estudiantes. Diablos, ¡estamos en la enseñanza superior, no en el parbulario!
J.B.C.i.C.: Pues yo, en cambio, después de la experiencia, creo que tú tenías razón. ¿Acaso no dirías que
algunos aprendizajes y experiencias han supuesto oportunidades para formar educadores competentes? Al fin y al cabo, es de eso de lo que se trata, ¿no? Un ejemplo -uno entre muchos-: el aprendizaje de aprender todos de todos, y valorar la experiencia -incluidos los errores- como fuente de conocimiento, ¿no es valioso para un educador? Esos a los que tu llamas zoquetes, yo los llamo
espectadores. Puede que hayan sido más pasivos, sí. Puede que se hayan equivocado y cometido errores, también. Pero
esos espectadores han tenido la
oportunidad de apreciar y protagonizar aprendizajes. No se puede reanimar a una golondrina aturdida a golpes. Hay que tener paciencia y confiar en que las oportunidades sean aprovechadas. Creo que tenías razón en que esperar que todo el mundo aprenda exactamente lo mismo y de la misma forma es EL error. Al menos el error en el ámbito educativo. A la hora de utilizar un martillo, no digo yo que no. Pero a la hora de educar... Y, querido J.L., ¿se han dado tantas y tan variadas oportunidades para adquirir aprendizajes educativamente valiosos (lo que no deja de ser una redundancia)! ¡SE han dado tantas y tan sorprendentemente valiosas aportaciones de los estudiantes! El problema es que no aprecias esas oportuidades y aportaciones en lo que valen, que los estudiantes no las aprecian en lo que valen, que no le damos el valor que tiene a una comunidad de aprendizaje como la que se ha creado, con todos sus necesarios personajes. Siempre hay fallos, errores, carencias. Sin duda todo es mejorable. Pero me he convencido de que aquel primer día que hablamos tenías razón en algo: la mejor, o quizá la única forma de aprender algo valioso, es practicarlo y apreciarlo, en el doble sentido de la palabra. ¿No merece la pena intentar
lo?
Me desperté agitado, pero luego me tranquilicé y me puse a preparar la asignatura del año que viene.